EL Neco

 

  “EL NECO” (Relato)  

 

 

Había llegado con la valija llena de ilusiones y sueños casi ciertos, a la puerta de la calle Azambuja del  Parque Central.

Por esas cosas del destino, estábamos ahí, para conocerlo y decir que sí, que conocimos al Pelé uruguayo, al Maradona uruguayo o a uno que podía haber llegado a serlo.

 

La “quinta de la paraguaya”, le abría los brazos en la quinta división de Nacional, en los inicios de los años ochenta.

 

Había dejado atrás su tierra querida, Tacuarembó, y se aprestaba a dejar una estela de sonrisas, de alegría pura de campito, de atrevimiento, de inventiva sin igual, sin importar el rival que tuviera a su frente.

 

Su pierna izquierda parecía por momentos la vara de un director de orquesta, en otros los dedos de un ilusionista y en otros, la catapulta certera para dar en el blanco. Así era el “Chirola” para nosotros, en la cancha.

 

Siempre estaba la chispa justa y donde estaba había alegría,  porque además el gusto por la música lo hacía agarrar su guitarra y ante los ojos y oídos sorprendidos de todos, ahí nomás escuchábamos la última de las melodías, la última de las letras. Ahí nomás se conjuntaba un tema de los Zucará con otro de Silvio Rodríguez, por nombrar algunos. Y todavía, tenía la modestia de decirnos, -“El profesor de música es mi hermano...yo nunca estudié, pero de tanto escuchar y ver, toco de oído...” Y así sacaba los temas, ¡un rato de práctica y ya!, cantaba para todos algo que se le pidiera. Su voz era aguda, Silvio parecía Silvio, por ejemplo, como también era agudo y certero en el juego.

 

A veces sus dedos, palmas y codos, tamborileaban en las mesas del comedor o la mesa de luz de los cuartos o agarraba una caja de fósforos, dejaba tres o cuatro dentro de la misma y la sacudía y golpeteaba con sus dedos, sacando un candombe o samba al mejor estilo de Río, haciendo una percusión agradable, con variantes, con gran habilidad, con gran oído musical.

 

Tenía en el juego la misma sorprendente variación de los ritmos, que te dejaba parado en el campo, como estaqueado haciendo el papel de idiota y estafado. Porque el sabía en lo íntimo, que de eso se trata este juego, era un juego de engaño, así lo sentía, así te mentía.

El andar por las canchas de Montevideo le valió que Ríver Plate de la zona del Prado, se interesara en él y Nacional quería cederlo a préstamo. Por un año, haría experiencia en primera y volvería a Nacional. Ahí, empezó la debacle.

 

El “Chirola” era introvertido, aunque en primera instancia no lo aparentara, necesitaba apoyo y seguridad en su entorno, si sentía esto, entonces sí, él era él.

Los cambios forzados o sin respetar su ritmo de adaptación, parecía que lo perturbaban un poco. Ya había tenido un cambio grande de la ciudad chica a la gran ciudad, a nuevos compañeros, a nuevos desafíos, recién se estaba adaptando.

Entonces, otro equipo nuevo, un barrio nuevo, compañeros otra vez nuevos, vida otra vez nueva, todo conjugaba pero en su contra, para que sintiera inseguridad, toda la inseguridad que nunca demostraba cuando tenía la pelota en su poder o la guitarra.

 

Hizo lo imposible para no ir al nuevo equipo, incluso irse a su pago con la excusa de su madre enferma y volver a Montevideo en el último aliento del período de pases y lograr que pasara ese último suspiro, sin que los dirigentes supieran que ya estaba en la capital. No fue a Ríver Plate.

Los dirigentes del momento lo crucificaron, dieron la orden al oportuno técnico de la tercera división de Nacional, de que no lo pusiera en el equipo. Luego fue declarado en rebeldía y luego dejado libre por la institución que lo hizo arribar a la capital.

 

Los dirigentes nunca supieron, nunca entendieron, nunca una pizca de sensibilidad o de ver más allá de sus tribulaciones o una cuota de psicología puesta al servicio del deporte, para salvar la situación y no perder aquél diamante a pulir, que fueron a buscar al interior del país.

 

Un breve pasaje por Montevideo Wanderers, insólitamente como Ríver, también del Prado, donde no se adaptó, es lo último que se recuerda de él por estos lares y luego se perdió su rastro por un tiempo.

 

El “Chirola” se fue, dijo adiós a Montevideo, a sus sueños de gloria futbolera, al manejo arbitrario de los tiempos de los otros por parte de los señores del fútbol, se fue en busca de seguridad, de comprensión y contención, se fue a su casa.

 

Por distintas circunstancias muchos nos habíamos alejado del fútbol competitivo y también de aquellos sueños de ser reconocidos como jugadores profesionales.

 

Años después, la sorpresa.

En un suplemento deportivo estaba el póster de la selección reciente campeona del fútbol de tierra adentro, ¡Tacuarembó!

Y agachado, en la típica posición habitual del número diez, el “Chirola”, con algún quilito más de lo que lo conocimos, estaba jugando en un equipo del torneo local y en la selección y había conducido a los de su tierra a lograr el campeonato. La magia estaba recorriendo las canchas del interior y dando frutos a los suyos.

Nos alegramos mucho por él, cuando nos encontramos quienes le habíamos conocido muy de cerca. Nos alegramos por el fútbol bien jugado, nos entristecimos  por no tenerlo cerca, con su alegría y su juego y por saber, ¡qué lejos podría haber llegado con un poco de comprensión y paciencia y haberlo sabido esperar!

 

Tal vez no le interesaba la gloria más que en su equipo, aquel del que era hincha. Tal vez no estaba preparado para afrontar los retos de los cambios y él mismo se excluyó.

Su destello fue fugaz, pasó tan rápido entre nosotros, pero, cuando rememoramos aquellos momentos, equipos y jugadores, hay un recuerdo especial para él, el que podría haber sido sin duda, uno de los mejores jugadores del fútbol profesional uruguayo.

 

La tierra de la “Laguna de las Lavanderas”, lo estaba disfrutando. Sí, el “NECO”, como nos enteramos que le llaman en su ciudad natal, estaba de regreso divirtiéndose con los suyos, allá en el pago de Gardel.

 

A Ruben Ferreira, compañero de algunas “batallas” en el campo de juego.

                                                                      (Diciembre 2007)

                                                            Fredy Wilson Acosta Techera

 

 

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