“Amaneció Llorando el Cielo”
Hoy, siete de julio de dos mil diez, desde la madrugada, cuando se hicieron los silencios, comenzó a llorar el cielo en nuestro hermoso y pequeño país del sur de América.
Llorando todas las lágrimas contenidas de tantos orientales que nos ilusionamos y soñamos de nuevo, que nos llenamos de felicidad y de tristeza al mismo tiempo, apenas horas atrás, el día seis de julio, cuando presenciamos casi un nuevo milagro.
Un diario periódico de la capital tituló y fue toda su primera página de color celeste, “Hoy Destiñe el Cielo, Uruguay- Holanda a las 15:30”. Nada más.
Sí, un puñado de uruguayos valientes, allá a miles de quilómetros en Sudáfrica, generaron tal felicidad en el pueblo, que hacía mucho tiempo no se veía o no se sentía. Nos hicieron creer de nuevo, o ver que con esfuerzo, tesón, actitud positiva y orden, se puede, se puede obtener cosas importantes en la vida.
Sí, el titular presagió que todo el cielo nos bañaría de celeste de nuevo, como días anteriores, cuando los pueblos del mundo observaron asombrados al Uruguay de los milagros.
Las banderas orientales florecieron por doquier y de todos los tamaños, los abrazos se multiplicaron a los de los estadios, abrazos a familiares, amigos y a cualquier cercano, el país ha sido un abrazo.
Pero no fue. Otro país futbolero que se viste de naranja, que hace mucho, pelea y espera por ser campeón y no lo ha logrado, se interpuso en el camino celeste y fue digno ganador.
Mi pequeña hija de seis años, sin entender mucho de este deporte, se desparramó en lágrimas sin consuelo. Sabía lo que acababa de suceder, estaba con su bandera a rayas azules y blancas con un sol, había disfrutado de las fiestas de días anteriores, había entendido sí porqué estaba feliz la gente.
¿Qué màs pedir a los que llevaron parte de nuestra cultura a ser desparramada por el mundo?
¿Qué màs pedir a los que recordaron al mundo donde empezó la magia?
¿Qué màs pedir a los que revivieron un estilo casi olvidado, con la llamada “garra”, que no es más que dejar hasta el último aliento en la cancha?
¿Qué màs pedir a quienes supieron cumplir?
Solamente hay que darles las gracias, sí muchachos, gracias.
Sí, amaneció llorando el cielo el día siete.
El día seis, el de la Semifinal de la Copa del Mundo contra Holanda, no amaneció celeste el cielo, estaba encapotado, con vientos y algún chubasco aislado, increíblemente luego del mediodía se calmó y despejó. El clima se hizo amigo de la gente que colmó las calles y plazas con pantallas gigantes, bares y restorantes, para ver el partido. Y a pesar de la desazón por la derrota, el pueblo festejó. Con rara mezcla de sentires, festejó.
Sí, el cielo amaneció llorando lágrimas contenidas de los orientales de mi país, el día siete de julio de dos mil diez.
7 de julio 2010
Fredy Wilson Acosta Techera